7 Cosas que hacer en Oporto para disfrutar de un viaje diferente

Cada día se mira al espejo del Duero desde diferentes alturas. Es Oporto, una montaña rusa de sensaciones y aromas tradicionales. El Portugal que explota su pasado para mirar al futuro en una ciudad de vino, bacalao, ‘francesinhas’, tranvías, miradores, piedra y mucha vida. Un viaje diferente a pocos metros del Atlántico.

El Duero no se cansa de ser el protagonista. Las miradas de una ciudad entera están puestas en él. Como si fueran las gradas de un inmenso teatro, Oporto contempla sin pestañear a su Douro. Y lo hace desde varias alturas, escalonada. Para ser testigo una y otra vez del último viaje que hace el río antes de morir en el Atlántico. Por este motivo, una de las mejores cosas que hacer en Oporto es asomarse al Duero desde sus miradores; el de la Sé o Catedral y el de Da Vitória son dos ejemplos. Pero el río, es a la vez protagonista y espectador privilegiado de la silueta de una ciudad única. Una urbe que convierte lo viejo y decadente en bello. Una joya desordenada donde perderse por las callejuelas que bajan a la Ribeira, maravillarse en el Palacio de la Bolsa, montarse en el viejo tranvía, tomar un café señorial en el Majestic, deleitarse antes los azulejos de su vetusta estación de Sao Bento, sentir la brisa del Atlántico en Matosinhos o, cómo no, cruzar el omnipresente Duero por el puente Luis I. Son los mimbres de un viaje diferente que se convertirá en único si la elección del hotel en Oporto es la adecuada. El Mercure Porto Centro, junto a la estación de ferrocarril, es un excelente punto de partida para saborear la ciudad de la mejor forma posible, caminando.
El Duero no se cansa de ser el protagonista. Las miradas de una ciudad entera están puestas en él. Como si fueran las gradas de un inmenso teatro, Oporto contempla sin pestañear a su Douro. Y lo hace desde varias alturas, escalonada. Para ser testigo una y otra vez del último viaje que hace el río antes de morir en el Atlántico. Por este motivo, una de las mejores cosas que hacer en Oporto es asomarse al Duero desde sus miradores; el de la Sé o Catedral y el de Da Vitória son dos ejemplos. Pero el río, es a la vez protagonista y espectador privilegiado de la silueta de una ciudad única. Una urbe que convierte lo viejo y decadente en bello. Una joya desordenada donde perderse por las callejuelas que bajan a la Ribeira, maravillarse en el Palacio de la Bolsa, montarse en el viejo tranvía, tomar un café señorial en el Majestic, deleitarse antes los azulejos de su vetusta estación de Sao Bento, sentir la brisa del Atlántico en Matosinhos o, cómo no, cruzar el omnipresente Duero por el puente Luis I. Son los mimbres de un viaje diferente que se convertirá en único si la elección del hotel en Oporto es la adecuada. El Mercure Porto Centro, junto a la estación de ferrocarril, es un excelente punto de partida para saborear la ciudad de la mejor forma posible, caminando.
Oporto desde el aire, el agua y la tierra
La ciudad lusa permite al viajero realizar una estupenda radiografía de Portugal. Sus tradiciones, gastronomía, el aroma decadente, la hospitalidad de sus gentes y su interesante arquitectura se reúnen en esta lista de siete cosas que hacer en Oporto para hacer realidad un viaje diferente.

1. Visita a las bodegas del vino de Oporto.

Oporto es una tierra ligada al vino, ese delicioso caldo que nace de las uvas que decoran los bancales del Duero a su paso por tierras lusas. Un vino que en su día llegaba río abajo transportado en los rabelos, las embarcaciones de madera que aún se pueden contemplar como piezas de museo en Vila Nova de Gaia. Porque al otro lado del Duero, cruzando el puente Luis I, hay otra ciudad. Vila Nova de Gaia, o Gaia simplemente, acoge las bodegas donde se madura el vino de Oporto y que hoy se pueden visitar como auténticos museos. Sandeman, con su recorrido casi teatralizado, y Graham’s, con sus espectaculares vistas, son dos de las más recomendables.

2. El funicular Dos Guindais y la Torre dos Clérigos, Oporto desde la alturas.

Por encima de los miradores, el visitante puede contemplar Oporto como un auténtico gigante casi desde los cielos. El funicular Dos Guindais aporta esa visión privilegiada y, de paso, ahorra el esfuerzo que supone subir desde la Ribeira hasta la plaza de Batalha. Pero para vistas, las de la Torre dos Clérigos, una atalaya de 76 metros que deja Oporto a nuestros pies. Disfrutar de estas panorámicas requiere un pequeño esfuerzo, concretamente subir los 240 escalones que llegan hasta su parte más alta. Un consejo: como el espacio es bastante reducido, lo mejor es madrugar y acudir en cuanto abra a las 9:00 horas para gozar de la experiencia casi en la intimidad. A estas opciones “aéreas” hay que sumarle el recién construido teleférico de Gaia que sobrevuela las bodegas del vino de Oporto.

3. El mercado de Bolhao y otros lugares de compras con aroma tradicional.

Los mercados se han convertido en visitas turísticas imprescindibles en las ciudades y Oporto no podía ser menos. El mercado de Bolhao es una explosión de aromas, sabores y colores. Los aromas de sus puestos con productos frescos como pescado, carne, quesos… El sabor de las tascas para comer ubicadas en su pasillo central y donde por muy poco dinero se puede degustar un pescado fresco grelhado (a la parrilla en portugués). Y los colores de las frutas y verduras, pero también de un lugar

casi destartalado, pero con un encanto singular y muy auténtico. En el capítulo de las compras no puede faltar la comercial rua Santa Catarina, tradición y modernidad en una de las calles más animadas de la ciudad del Douro.

4. La vida en torno al Duero, los puentes, la Ribeira, Gaia….

El Duero es el espejo en el que se mira Oporto. El protagonista de la función. Y en la primera fila de este gran teatro está la Ribeira. La parte baja y a la que se desciende como en una montaña rusa desde la avenida Dos Aliados. En la Ribeira están las terrazas y restaurantes en los que hace un alto en el camino, pero también están esas artísticas fotografías nocturnas del puente Luis I iluminado. Precisamente, palpar sus puentes es una de las cosas que hacer en Oporto. El de Luis I hay que atravesarlo tanto como por arriba como por abajo, es obra de Théophile Seyrig, discípulo de Eiffel, y paradójicamente es más conocido que el diseñado por el propio Eiffel, el Puente de María Pía. Una forma de recorrer los puentes desde una perspectiva diferente es con los paseos en barco que se hacen a ambos lados del Duero. Los que salen desde Gaia, son siempre un poco más económicos.

5. Palacio de Cristal y Cordoaira, el Oporto más verde.

Aire, agua, piedra y también verde. Una ciudad sin pulmones no respira y Oporto tiene los suyos. Los jardines del Palacio del Cristal obligan a dar un pequeño paseo puesto que están ligeramente alejados del centro. Al encontrarse elevados con respecto al Duero, son además un excepcional mirador. Los jardines tienen una arquitectura romántica con setos artísticos, lagos, pequeños caminos... De estilo romántico también es el jardín de la Cordoaira, más céntrico y que brinda un espacio idóneo de descanso y sosiego entre las duras caminatas que exige Oporto.

6. Ruta por sus joyas arquitectónicas.

Alojarse en uno de los hoteles de Oporto centro permite tener a tiro de piedra el extenso y cuidado patrimonio arquitectónico de la ciudad. En una ruta de estas características hay que hacer parada forzosa en el Palacio de la Bolsa, una joya

ejemplo del dinamismo comercial de Oporto a finales del siglo XIX. Sus estancias decoradas con lujo, detalle y mimo son un espectáculo para los sentidos. La Catedral o Sé, con su bella sobriedad, es además un balcón a la Ribeira. Dentro de la arquitectura religiosa no puede faltar la iglesia de San Ildefonso con su fachada de 11.000 azulejos. Y si hablamos de arte en forma de azulejos es imposible no detenerse ante el formidable vestíbulo de la estación de Sao Bento.

7. La gastronomía portuguesa.

Cuando a cualquier amante de Portugal se le pregunta sobre las razones de su cariño por el país luso siempre sale a relucir la gastronomía. ¡Bendito bacalahau! Oporto es una de esas ciudades donde se puede saborear la cocina tradicional portuguesa a unos precios muy competitivos. ‘A Tasquinha’ (Rua do Carmo, 23) y ‘Bacalhoeiro’ (Avenida Diogo Leite, 74 de Gaia) son dos buenos templos gastronómicos para conocer algunas de las más de mil maneras que tienen los lusos de hacer el bacalao. Pero Oporto también es sinónimo de francesinha, el emparedado típico de pan de molde, carne de ternera y de cerdo, longaniza y queso fundido por encima. Un plato contundente que se puede degustar en uno de los locales históricos de Oporto, el ‘Café Majestic’ (Rua Santa Catarina, 112).
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